Las pandillas delincuenciales son una categoría específica de grupo delictivo vinculado con las armas de fuego. No hay una definición específica de pandilla delincuencial y el concepto, como se explicará luego, suele ser variable y poco a poco se une, en algunos casos, con el concepto más amplio de grupo delictivo organizado.
La etiqueta «pandilla» se refiere a organizaciones que pueden ser, por un lado, grupos nacionales muy sofisticados y bien organizados con vínculos con otros grupos internacionales similares y, por otro lado, también pueden ser grupos de corta duración, esporádicos y desorganizados. En términos de clasificación nacional, hay una desigualdad con los grupos más grandes. A Hell Angels, por ejemplo, se los trata como una organización delictiva en Canadá según el caso Bonner y Lindsay , pero no tienen una denominación delincuencial en muchos otros países.
Lo que diferencia a estas pandillas de los grupos delictivos organizados no es muy claro, puesto que varias pandillas pueden clasificarse en la definición de grupo delictivo organizado según el artículo 2 de UNTOC y los grupos más grandes también cumplen con los requisitos trasnacionales del artículo 3 de UNTOC. Como se explicará a detalle luego, lo que diferencia a una pandilla simple de un grupo delictivo organizado a menudo depende de los diferentes niveles de sofisticación, politización e internacionalización.
El Instituto Nacional de Justicia del Departamento de Justicia de los Estados Unidos (2011, párr. 4) indica que «los homicidios vinculados a armas son los más prevalentes entre las pandillas y durante la perpetración de delitos graves» y en 2008, el 92 % de homicidios cometidos por pandillas estaban relacionados con armas.
En el llamado Triángulo Norte de Centroamérica, compuesto por El Salvador, Guatemala y Honduras, las pandillas callejeras o «maras» elevaron los índices de asesinatos en estos países a cantidades que no se han replicado en otras partes del mundo (International Crisis Group, 2017).
En cuanto a Asia, Palasinski et al. (2016, págs. 142-143) observan como los «delitos vinculados a pandillas en China se han vuelto más serios y violentes en años recientes» y «el involucramiento de pandillas juveniles con el tráfico de drogas en India parece estar aumentando».
En África, la violencia de las pandillas también es un problema cada vez más mayor. El National Cohesion and Integration Committee (NCIC, 2018) muestra una proliferación de pandillas organizadas en Kenia, por ejemplo, en donde la pertenencia a una pandilla a menudo trasciende los límites tradicionales de género y edad de hombres jóvenes para incluir mujeres y preadolescentes.
A diferencia de los grupos delictivos organizados, no hay una definición internacional específica establecida que indique qué es una «pandilla» y este vacío sí causa algo de confusión sobre la terminología. Aunque la mayoría de las pandillas tiene «tres o más miembros» y comenten múltiples «delitos graves», no siempre tienen «funciones formalmente definidas», «continuidad en la condición de miembros» o «una estructura desarrollada» que se identifican en un grupo delictivo organizado (UNODC, 2004).
Si se tiene en cuenta el uso de los términos en el artículo 2 de UNTOC, las pandillas pueden ser consideradas grupos delictivos organizados o grupos estructurados según la situación, según el nivel de organización de cada pandilla. La página web de la asociación localizada en Estados Unidos National Gang Investigators Association (NAGIA) propone la siguiente definición:
Algunos estados tienen una definición legislativa de pandilla, por ejemplo:
- posee una o más características que permite que sus miembros sean identificados como un grupo por otras personas.
«Cuando cinco o más personas cometen en conjunto o intentan cometer un robo. También cuando todas estas personas que en conjunto cometen o intentan cometer un robo y las personas presentes que ayudan a cometerlo o intentan cometerlo son cinco o más, cada persona que comete intenta o ayuda, se le clasifica de cometer dacoity».
El informe del FBI Gang Threat Assessment de 2011 distingue entre cinco tipos básicos de pandillas, cada uno con características distintivas, como se muestra en la Figura 7.1:
Pandilla |
Definición |
Callejera |
Las pandillas callejeras son organizaciones delictivas que se forman en la calle y operan dentro de un territorio nacional. |
De prisión |
Las pandillas de prisión son organizaciones delictivas que se originan dentro del sistema penal y operan dentro de los centros penitenciarios, aunque los miembros liberados pueden operar en la calle. Las pandillas de prisión también son entidades que pueden renovarse a sí mismas y pueden continuar sus operaciones delictivas fuera de los confines del sistema penal. |
Pandillas delictivas de motoristas |
Las pandillas delictivas de motoristas son organizaciones cuyos miembros usan grupos de motoristas como medio para realizar actividades delictivas. |
Pandillas delictivas de motoristas One Percenter |
El Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) define One Percenter como cualquier grupo de motoristas quienes de manera voluntaria se han comprometido a formar un grupo y a cumplir las reglas de su organización que se refuerzan por medio de violencia, y quienes se involucran en actividades que resultan en conflictos repetidos y serios con la sociedad y la ley. El grupo debe ser una organización en curso, una asociación de tres (3) o más personas que tienen un interés o actividad común que se caracteriza por la realización o participación de una conducta delictiva. ATF calcula que hay aproximadamente 300 pandillas delictivas de motoristas One Percenter en Estados Unidos. |
De vecindario/local |
Las pandillas de vecindario o locales están limitadas a un vecindario y jurisdicción específica y a menudo imitan a pandillas nacionales más grandes y poderosas. El objetivo principal de muchas pandillas de vecindario es la distribución y venta de drogas. |
FBI Gang Threat Assessment identificó alrededor de 33 000 pandillas callejeras, de motoristas y de prisión violentas, con aproximadamente 1.4 millones de miembros activos de manera delictiva en Estados Unidos y cuyos números se han mantenido más o menos constantes en años posteriores. Muchas de estas pandillas son sofisticadas y están bien organizadas, todas usan la violencia para controlar vecindarios y aumentar sus actividades lucrativas ilícitas que incluyen robo, tráfico de drogas y de armas de fuego, prostitución y trata de personas, y fraude. Muchos pandilleros continúan cometiendo delitos incluso después de haber sido encarcelados.
Es evidente que algunas partes de estas definiciones son similares a las definiciones de UNTOC referentes a grupos delictivos organizados, lo que enfatiza la línea delgada entre estos dos tipos de grupos.
Como se verá en el ejemplo sobre las pandillas de América Central, el problema de las pandillas callejeras está a menudo muy vinculado con problemas más complejos y profundos de exclusión social, marginación y falta de educación, servicios sociales y oportunidades laborales. Estos problemas requieren respuestas sociales y de prevención de delito más integrales. Small Arms Survey (2010, pág. 86) advierte que:
«...los encargados de formular políticas deben tener como objetivo entender la amplia naturaleza y características de estas pandillas y grupos armados y, a la vez, también identificar los distintivos específicos dados a una determinada pandilla o grupo armado de interés. Solo si se desarrolla un panorama coherente y detallado de una pandilla particular (o grupo armado) —quiénes son, a quién representan, sus orígenes, cómo funcionan, qué quieren lograr y por qué se unieron—, los encargados de formular políticas podrán desarrollar estrategias para tratar los factores que habilitan e incentivan a su organización y movilización y reducir su impacto negativo en la sociedad».
Las pandillas usan las armas de fuego casi de la misma manera y por las mismas razones que los grupos delictivos organizados, pero principalmente para uso propio. El artículo de 2007 sobre el impacto de la creación de pandillas en los patrones locales de delito sugiere que hay una diferencia entre pandillas en Estados Unidos y aquellas de otros lugares, en particular que «Las pandillas fuera de Estados Unidos cometen mucho menos actos violentos, en especial del tipo letal. Las actividades de estos grupos suelen incluir delitos instrumentados relacionados con el tráfico de drogas y robo/hurto» (Tita, George & Ridgeway, Greg., 2007, págs. 208-237).
En Estados Unidos, sin embargo, las pandillas suelen tener un uso más extendido de armas de fuego. Uno de los hallazgos más grandes de National Gang Threat Assessment (National Gang Intelligence Center, 2011, pág. 10) fue que: «Los pandilleros están obteniendo armas de fuego y equipo de estilo militar muy poderosos que genera una amenaza significativa debido a la probabilidad de iniciar enfrentamientos letales con agentes del orden, pandilleros rivales y civiles». En varias jurisdicciones de Estados Unidos, se reporta que los pandilleros están armados con armas de tipo militar, como fusiles semiautomáticos de alto calibre, variantes semiautomáticas del fusil de asalto AK-47, granadas e indumentaria de protección. El documento National Gang Threat Assessment Report (2011, pág. 43) explica que:
«Los pandilleros obtienen armas de fuego a través de una variedad de medios; a saber, compras ilícitas; compras mediante testaferro a través de sustitutos o personas intermediarias; hurtos a individuos, vehículos, residencias y establecimientos comerciales; hurtos a agentes de la autoridad y militares, a pandilleros con conexiones a fuentes militares de suministros y a otras pandillas, según múltiples informes sobre la aplicación de la ley y de National Gang Intelligence Center……Los pandilleros se están volviendo más sofisticados y metódicos en cuanto a la manera en las que obtienen y compran armas de fuego. Los pandilleros con frecuencia obtienen sus armas de fuego por medio del hurto o de personas intermediarias, lo que a menudo resulta que la localización de armas sea más difícil… Los pandilleros también utilizan al personal militar reclutado como una fuente rápida de armas».
Otra fuente ilícita de armas de fuego para las pandillas son los vínculos que tienen con ladrones quienes pueden o no ser pandilleros o asociados de la pandilla. Cook (2018, pág. 370) indica que «Incluso si los ladrones no usan ellos mismos las armas robadas para cometer delitos violentos, pueden venderlas a un mercado clandestino que es la fuente de armas para pandilleros y otros delincuentes con tendencias violentas. De forma alternativa, los ladrones se deshacen de las armas de la misma manera en la que se deshacen de otros productos robados, a través de peristas, quienes venden a cualquiera que esté interesado en comprar productos a un precio con descuento».
Además de ser una herramienta para la comisión de delitos, las armas de fuego representan un objeto cultural entre muchos pandilleros. En el mundo de las pandillas, un arma de fuego refleja el estatus de los miembros. El tipo, el modelo y la cantidad de armas que posee un miembro de una pandilla impondrá respeto y miedo dentro de un grupo en específico, lo que le da reconocimiento por medio del estatus. Se estima que en promedio la mitad de los miembros de una pandilla poseen al menos un arma de fuego (Bjerregaard and Lizotte, 1995, pág. 40).
Aparte de ser un símbolo de estatus, las pandillas usan armas de fuego por razones similares a las de otros grupos delictivos organizados. Estas razones incluyen ganar y mantener poder, facilitar y realizar delitos y, en menor medida, las armas de fuego son productos lucrativos comerciables, y los pandilleros son los principales compradores en transacciones relacionadas con armas de fuego.
A diferencia de los grupos delictivos organizados, cuyo enfoque quizás se ha expandido más allá del control territorial, la mayoría de la violencia generada por las pandillas es contra otras pandillas en un intento de obtener y controlar territorios (Howell, 2010). Debido a que la mayoría de la violencia pandillera está dirigida a otras pandillas, una justificación adicional para poseer armas es la de protección contra ataques de pandillas rivales, sobre todo por el incremento a nivel internacional de luchas territoriales entre pandillas pandilleras, como los estudios de caso mostrarán después.
Se calcula que «el 24 % de los pandilleros poseen armas para protegerse y solo 7 % de personas que no pertenecen a una pandilla también» (Bjerregaard and Lizotte, 1995, pág. 46) y un artículo más reciente del Instituto Nacional de Justicia del Departamento de Justicia de los Estados Unidos (2006, pág. 11), que se centraba en Atlanta, Estados Unidos, encontró que el 29 % de pandilleros hombres y el 75 % de pandilleras mujeres que portaban un arma lo hacían porque les hacía sentir más seguridad. Los porcentajes cambiaron a 42% y 39% respectivamente cuando se les preguntó si portar un arma les hacía sentir más poder.
Las pandillas acumulan capital a partir de actividades delictivas clásicas, con frecuencia realizadas a nivel de la calle. El crimen organizado y la extorsión, cobrar deudas, robos y asaltos, apuestas, tráfico de drogas, prostitución y, hasta cierto punto, el tráfico de armas de fuego, son solo algunas de las actividades delictivas que involucran a los pandilleros. Aunque los pandilleros rara vez usan armas de fuego de manera física contra civiles, portar un arma de fuego se asocia con la disuasión y como una herramienta para facilitar la comisión de delitos. La situación cambia cuando las actividades delictivas se hacen contra otros miembros de pandillas rivales. Asesinatos, intentos de asesinato y asaltos a mano armada se cometen con el uso efectivo de un arma de fuego.
Se observa que los delitos vinculados a pandillas y cometidos con un arma de fuego tienen un gran impacto en la tasa de homicidios de un país, por ejemplo en Canadá, donde el aumento en el número de pandillas callejeras ha impactado drásticamente en la tasa de homicidios del país. Si bien los métodos para cometer homicidios en Canadá han variado entre el uso cuchillos y armas de fuego a lo largo de los años, un informe sobre los homicidios en Canadá en 2017 (Beattie et al., 2018) reveló que la mayoría de los homicidios que sucedieron dos años antes de la publicación del informe estaban relacionados a tiroteos. De hecho, luego de un pico en 2008 seguido de una caída de los índices por varios años, los homicidios vinculados a armas de fuego de Canadá han ido en aumento desde 2014 y se han cometido principalmente por violencia vinculada a pandillas (ver Figura 7.3 a continuación). En 2015, los homicidios cometidos con armas de fuego vinculados a pandillas representaron el 12% de todos los homicidios. En 2017, dichos homicidios constituyeron el 21%.
Comparado con otros tipos de homicidios, aquellos relacionados a las pandillas a menudo involucran armas. Según Statistics Canada, 2017, casi nueve de cada diez (87%) homicidios vinculados a pandillas en Canadá se cometieron con un arma de fuego (137 victimas), por lo general con armas de fuego cortas, comparado con el 27% de homicidios que no estaban vinculados a actividades de pandillas (129 victimas) (Beattie et al., 2018).
De manera similar en Estados Unidos, el FBI resalta 34 jurisdicciones en las que organismos encargados de hacer cumplir la ley informan que la mayoría de los delitos se cometen con un arma de fuego. Un asunto preocupante es la infiltración de las pandillas en las fuerzas armadas; en donde se identificaron miembros de al menos 53 pandillas diferentes en las instalaciones militares nacionales e internacionales. La amenaza delictiva potencial que esta situación genera es considerable, en particular si las habilidades avanzadas de uso de armas y técnicas de combate que aprenden los pandilleros durante el servicio militar pueden ser usadas luego en las calles cuando vuelven a su vida civil (National Gang Intelligence Center, 2011).
La mayoría de la evidencia expuesta sugiere que es claro que a nivel pandillas callejeras, estas son los principales compradores de armas de fuego y usarán capital obtenido de delitos o intercambiarán otros productos o servicios para adquirirlas. No hay mucha evidencia que indique que las pandillas de nivel bajo también estén involucradas de manera activa en el suministro de armas a otros grupos o individuos como fuente principal de actividad. Puede haber algunas situaciones en que las pandillas estén involucradas con tráfico a pequeña escala, pero ocurre con frecuencia que las armas de fuego se trafican para el uso interno de la pandilla.
Si se tiene en cuenta que «la mayoría si no todos los grupos delictivos organizados evolucionaron… de sus inicios como pandillas callejeras», hay una «transición natural» de pandillas a grupos delictivos organizados a partir del envejecimiento y madurez de sus miembros. La evolución de las pandillas delictivas a grupos delictivos organizados a menudo se determina según el desarrollo de las pandillas de la primera a la segunda o tercera generación, según del nivel de sofisticación, politización e internacionalización(Smith et al., 2013, pág. 6).
Se considera con frecuencia a las pandillas callejeras tradicionales como la primera generación de pandillas, menos estructuradas y más involucradas en luchas territoriales con enfoque localizado. La segunda generación de pandillas suele tener una estructura más organizada, opera como un negocio con una fuerte orientación de mercado. Estas pandillas suelen operar en un área geográfica más grande y tienen un liderazgo más centralizado y desarrollado. La tercera generación de pandillas son organizaciones delictivas muy bien organizadas y sofisticadas que tienen como objetivo obtener poder político o económico y suelen operar en un entorno global. Como se muestra en la Figura 7.4, por cada año, el número de adultos involucrados con pandillas se hace mayor que el número de jóvenes, lo que podría indicar que muchos pandilleros probablemente se convierten más en dirigentes que en ejecutores.
La continuidad de las pandillas que evolucionan a grupos delictivos organizados se muestra en la Figura 7.5 y los estudios de caso que se presentarán brindan evidencia adicional de dicha continuidad:
En 2018, la Corte Suprema de Nueva Gales del Sur en Australia resolvió el caso del Comisario de Policía contra Bowtell (No. 2) [2018] NSWSC 520, que involucraba una lucha territorial entre miembros rivales de Nomads y Finks, dos pandillas delictivas de motoristas. Se impuso una medida cautelar por delito grave que prohibía a los procesados asociarse con otros miembros de sus respectivas pandillas por doce meses. La evidencia del caso muestra que una serie de lo que la policía supone era tiroteos de represalia contra la propiedad e individuos tuvo lugar, con «20 cartuchos de munición .223 de uso militar» que se dispararon dentro de las instalaciones (Supreme Court of New South Wales, 2018, párr. 10).
ABC News informó en 2016 que «portadores rurales de armas son el blanco de ladrones y las armas robadas terminan en posesión de pandillas delictivas de motoristas en Gold Coast y Brisbane» (Willacy, 2016, párr. 1). Este hecho se relaciona con el argumento brindado por Cook (2018) en relación con las pandillas estadounidenses.
En la región del Triángulo Norte de América Central, las pandillas callejeras urbanas, o «maras», que surgieron de guerras civiles y aumentaron por deportaciones masivas de Estados Unidos, han «mutado de grupos juveniles que defendían su territorio en los barrios durante la década de los ochenta, a estructuras jerárquicas altamente organizadas que coaccionan, amenazan y asesinan...». Estas pandillas contribuyen con los índices de homicidios más altos del mundo atribuidos a enfrentamientos con la policía, rivales, por ajuste de cuentas e intimidación (International Crisis Group, 2017, pág. 1).
Los grupos más grandes y notorios son Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 (B18), ambos se originaron en los suburbios de Los Ángeles a inicios de la década de los años ochenta, cuando los jóvenes salvadoreños se unieron para protegerse de otras pandillas callejeras. A partir de ese momento, las maras asumieron sus distintivas características subculturales para identificarse a sí mismos, ya sean tatuajes, vestimenta e idioma y se involucraron en luchas territoriales, tráfico de drogas a pequeña escala y otras actividades delictivas (International Crisis Group, 2017, pág. 11).
Luego de que las leyes de inmigración de Estados Unidos se volvieran más restrictivas en la década de los años noventa, más de 60 450 personas del Triángulo Norte de Centroamérica fueron deportadas al Triángulo Norte. Al enfrentarse a la estigmatización, exclusión social y acceso limitado a la educación, servicios sociales y trabajos, muchos de estos jóvenes «mareros» se unieron y reprodujeron los mismos nombres y estructuras de las pandillas estadounidenses, y desplazaron o absorbieron a las pandillas locales. Como señala el International Crisis Group (2017, pág. 12) «Las maras que surgieron estaban mejor organizadas, participaban en delitos más violentos, usaban armas más pesadas y resultaban más atractivas que muchas pandillas callejeras más pequeñas que ya existían. Estas últimas en su mayoría fueron reintegradas o bien a la B-18 o a la M-13».
Las maras son pandillas territoriales. Su actividad principal, fuente de ingresos y presencia territorial se derivan de la extorsión, extorsión organizada de protección y actividades menores de tráfico de drogas, junto a la violencia contra las mujeres y algunos involucramientos en la trata de personas. Aunque parecen no estar relacionados de manera directa con grandes actividades de tráfico internacional, sus vínculos transfronterizos mutuos con la región del Triángulo Norte, acceso a armas y supuestos vínculos con grandes organizaciones de drogas, de armas y de trata de personas que operan en la región, impulsados por niveles extremos de violencia, los asimila con grupos delictivos organizados más que con pandillas juveniles locales.
En vez de reducir los niveles de violencia, los intentos de enfrentar las actividades de los grupos con medidas represivas y tolerancia cero con métodos como arrestos arbitrarios y detenciones prologadas en centros con alta seguridad solo ayudaron a transformar a las maras en una organización delictiva más sofisticada. Esta transformación desató una espiral de violencia más grande en la región. Los esfuerzos para negociar una tregua con las maras en El Salvador fallaron, en parte por la falta de transparencia y apoyo de comunidades locales.
El fenómeno de las maras debe ser visto, sin embargo, desde una perspectiva histórica y sociológica. Según el International Crisis Group (2017, pág. 1), las maras no son organizaciones delictivas que por lo común busquen ganar dinero, sino un problema social muy arraigado, «el producto de la deportación masiva, tensiones sociales, la desintegración familiar y la debilidad institucional en países que no logran distribuir entre sus ciudadanos adecuadamente la riqueza que producen». Los programas de reducción y prevención de la violencia armada combinados con medidas para reducir el acceso a armas mortales deben ser integrales para ampliar las estrategias que tienen como objetivo resolver las causas arraigadas de este problema complejo.
Primero Comando do Capital (PCC), una pandilla delictiva de Brasil se formó en Taubaté, São Paulo en 1993. Luego de algunos años como pandilla de prisión, el grupo se transformó y pasó a ocupar el espacio turbio entre pandilla callejera y un auténtico grupo delictivo organizado (InSight Crime, 2018). Reconocida como la pandilla más poderosa de Brasil, el grupo ha tomado de facto el control de la mayor parte de la favela en São Paulo y Río de Janeiro. Sin embargo, en 2017, la alianza de 20 años entre PCC y el Comando Vermelho de Río terminó con 21 homicidios (Martín, 2017).
En 2014, una clara muestra de la evolución de PCC desde su condición de pandilla de prisión fue su intento por desarrollar un partido político e incursionar en la política convencional así como por extender su influencia a Bolivia (Parkinson, 2013). Sin embargo, este intento no significó que se apartara de sus inicios delictivos, puesto que en 2018, los diarios informaron que la policía de São Paulo sospechaba que miembros de PCC planeaban atacar los juzgados del país para robar las armas de fuego custodiadas por estos (Pagnan, 2018).
En 2018, Londres vivió una ola de asesinatos vinculados a la violencia pandillera y armas de fuego con más de 50 asesinatos reportados en los primeros cuatro meses del año, al menos siete ocasionados por heridas con arma de fuego. El parlamentario, David Lammy, dijo que muchas de las muertes fueron ocasionadas por peleas entre pandillas rivales por el comercio de estupefacientes estimado en 11 000 millones de libras, para el que Londres es esencial (British Broadcasting Corporation, 2018). Estas peleas sugieren que las pandillas en Londres están pendientes del territorio y mercado, lo que parece alinearlas más con los grupos delictivos organizados (Hobbs, 1998). El alcalde de Londres (2019) ha intervenido de manera activa en las actividades vinculadas a pandillas, pero estas no son consistentes en todos los distritos de Londres.
En Nápoles, Italia, «pandillas de niños» con líderes no mayores de 11 a 16 años están involucradas en guerras sangrientas por territorio, con ataques callejeros en la ciudad y áreas adyacentes. Su técnica favorita para ejercer dominio es «stesa», que consiste en montar ciclomotores y disparar al azar en una plaza llena de gente (The Economist, 2017).
La nueva generación de «pandillas de niños», que desafía la supremacía de las familias Camorra establecidas y más antiguas, trae un cambio generacional, dado que no respeta la omertá, el código tradicional de silencio, y prefieren publicar sus actos en las redes sociales (Tondo, 2019). El juez italiano Nicola Quatrano se refiere a esta nueva generación como «Camorra Bebé» que ya no sigue los modelos estereotípicos que se representan en películas como «El Padrino», y en cambio prefieren «adoptar los consejos de moda de extremistas islámicos, puesto que algunos de sus miembros tienen barbas pobladas que aluden a las talibanas» (Galardini, 2016, párr. 1). Quatrano también indica que usan tácticas similares a adoptar un «culto a la muerte» para darle algún significado a sus vidas.
En setiembre de 2016, Quatrano sentenció a 43 miembros de mafias criminales a prisión por distintos delitos graves, entre ellos, asesinatos y asaltos en el centro de Nápoles con el objetivo de aterrorizar a los pobladores para evitar que reporten los delitos a la policía (Galardini, 2016). Un ejemplo destacado fue Emanuele Sibillo, un mafioso de Camorra. Creció en la zona pobre de Forcella en Nápoles y se convirtió en uno de los líderes jóvenes más carismáticos y temidos de los clanes. Dado que su carrera delictiva comenzó a una edad muy temprana, lo arrestaron por primera vez a los 15 años cuando lo descubrieron en posesión de dos pistolas Beretta de 9mm. Dos años después, a los 17 años, se convirtió en el líder de la pandilla de niños ES17 y lo mataron a tiros a los 19 años durante una lucha territorial contra un clan rival.
Sin embargo, no todas las «pandillas de niños» tienen necesariamente lazos con la delincuencia organizada. Según la fiscal del Estado para jóvenes en Nápoles, Maria de Luzenberger, el año pasado las autoridades han tomado mayor consciencia no solo de los adolescentes mafiosos, sino también de «niños muy jóvenes que cometen actos violentos, sin razón aparente, simplemente para hacerse reconocer, para marcar sus territorios… Es una seria emergencia social así como una emergencia delictiva». Luzenberger vinculó el problema con la falta de servicios sociales, en especial en las afueras de Nápoles (The Local, 2018).
Estos ejemplos son atribuibles a organizaciones referidas como pandillas, pero todos ilustran la delgada línea entre pandillas y grupos delictivos organizados.