Campbell sugiere aplicar de manera general un modelo de cadena de suministro de cuatro etapas al tráfico de antigüedades a nivel mundial y que, además, se cimente en una estructura interna que puede variar dependiendo de la geografía, leyes, economía y la percepción cultural sobre las antigüedades (Campbell, 2013). Las etapas son: (i) el saqueo ocurre con mayor frecuencia en una zona en la que existe conflicto o una economía deprimida; (ii) los mediadores/intermediarios en una etapa inicial que se especializan en la adquisición y el tránsito de bienes culturales o antigüedades ilícitas trabajan con grupos de delincuencia organizada y trafican objetos desde los países de origen; (iii) un intermediario en una etapa posterior se encarga del lavado de los bienes después de ponerlos en tránsito, crea licencias de exportación, falsifica su procedencia y hace llegar los bienes a un mercado mundial legítimo; (iv) los objetos ingresan al mercado mundial legítimo vía agentes en el país de tránsito, o terminan en las manos de un coleccionista.
Los investigadores de la Universidad de Glasgow y la Coalición de Antigüedades han desarrollado un modelo que es más formal y enfatiza las jerarquías existentes en los grupos delincuenciales (MacKenzie y Davis, 2014). En resumen, este modelo incluye: (i) un agente regional que organiza el saqueo en la locación de origen y entrega un artefacto a un centro de comercio regional; (ii) los grupos de delincuencia organizada que compran los objetos a los agentes y los entregan en una ciudad limítrofe; (iii) un receptor que lleva el objeto a una ciudad más grande; (iv) un comerciante «con contactos internacionales» que comercia antigüedades lícita e ilícitamente vende el objeto. El tráfico ilícito de antigüedades y bienes culturales ha sido identificado en plataformas como eBay (Hardy, 2016), en museos famosos (Casey, 2017) e incluso en colecciones privadas (Feuer, 2017).
Los grupos terroristas han incrementado su participación en el tráfico ilícito de antigüedades y bienes culturales para financiar sus operaciones, mantener a los reclutas y adquirir armas. Según Shelley, las antigüedades no son solo una fuente de ingresos para los terroristas, sino que también poseen un valor simbólico (Shelley, 2014). Al destruir o eliminar representaciones simbólicas de una cultura, los grupos terroristas debilitan al Estado y el nacionalismo de manera efectiva, y atacan la moral de la población local mediante un tipo de «limpieza cultural» (Sridharan, 2014).