La diversa demanda de animales silvestres, partes de animales y productos de origen animal, así como la demanda de plantas y materiales vegetales se satisface de las áreas donde hay especies endémicas que no se pueden encontrar en ningún otro lugar o donde hay especies que están extintas en otros lugares. El tráfico de vida silvestre implica tanto el tráfico intranacional como internacional de un país. La mayor parte del comercio es transnacional y cruza una o varias fronteras en su camino desde el origen, vía puntos de transición, hasta el destino. El tráfico de marfil y cuerno de rinoceronte desde África, donde la mayoría de elefantes y rinocerontes se cazan furtivamente, hasta Asia, donde existe la mayor parte de la demanda, refleja particularmente bien la complejidad del tráfico intercontinental. En contraste, el tráfico de partes de tigre ocurre la mayoría de las veces entre países de Asia (consulte los ejemplos en Patel et al, 2015, pág. 7949).
Tradicionalmente, la literatura ha descrito el tráfico de vida silvestre y plantas como un flujo de sur a norte, señalando que los países en desarrollo en «el sur del mundo» suelen ser proveedores, mientras que la demanda de vida silvestre, productos de vida silvestre y plantas proviene de países desarrollados en «el norte del mundo». La vida silvestre se ha descrito como un recurso importante de muchos países en desarrollo de África, Asia y América Latina donde juega un rol importante y a menudo crítico para los medios de subsistencia de las personas. A menudo las personas y hogares más pobres son los que más dependen de estos recursos (Broad et al, 2012). Además, las economías de muchos países dependen de la vida silvestre para promover el turismo o como un recurso natural para exportar o para las industrias locales.
Desde el lado de la oferta, la pobreza generalizada puede llevar a las personas a participar o apoyar el comportamiento que degrada el medio ambiente del cual dependen, a tal punto que los medios de subsistencia no se pueden mantener. Desde el lado de la demanda, a menudo la riqueza alimenta los patrones de consumo que subvalúan y generan la sobreexplotación y la disminución de recursos naturales en países que sirven de fuente (Broad et al, 2012). Por consiguiente, parece que la oferta y la demanda están atrapadas en un ciclo donde la demanda alimenta a la oferta y la oferta crea la demanda, en detrimento de la vida silvestre, el medio ambiente y las personas en algunos de los países menos desarrollados.
Sin embargo, una mirada más cercana a los patrones de la oferta y el consumo, y a las características del tráfico de vida silvestre desafía la narrativa del tráfico de la vida silvestre que fluye de sur a norte. Por ejemplo, un estudio realizado en 2018 señala que grandes cantidades de productos de vida silvestre provienen de países desarrollados y se destinan a estos. De manera similar, algunos productos básicos se trafican dentro y entre los países desarrollados. Asimismo, algunas economías emergentes tienen uno de los mayores consumos de productos ilegales de vida silvestre (Symes et al, 2018). Un estudio realizado en 2015, que «identifica el nodo clave en la red de comercio ilegal de vida silvestre», muestra la complejidad del tráfico de marfil de elefantes y productos de tigres y revela la red que conecta los países de origen, transitados y de destino (Patel et al, 2015).
En palabras simples, las conexiones entre los países de origen y de destino, entre la oferta y demanda son complejas, y no se caben en dicotomías simples. La web que conecta los puntos de origen de la vida silvestre con los países consumidores es un indicativo de los viajes de múltiples etapas que muchas de estas mercancías realizan antes de llegar a su destino planeado (Symes et al, 2018). Además, la línea divisoria entre el uso de la vida silvestre con fines de pura subsistencia y el tráfico comercial de vida silvestre con fines de lucro suele ser borrosa (Broad et al, 2012).
Las declaraciones sobre la escala y el valor del tráfico de la vida silvestre varían mucho y son altamente especulativas. Muchos análisis respaldan la opinión de que cuanto más rara y más amenazada es una especie, más alto es su precio en el mercado ilícito. Se dice que una oferta cada vez más escasa de muchas especies protegidas, combinada con una fuerte demanda, hace que los precios de la vida silvestre, sus partes y derivados suban notablemente, fenómeno que se conoce como el «efecto Allee antropogénico»: a medida que un artículo se vuelve más escaso, los consumidores estarán dispuestos a pagar más dinero para adquirirlo (consulte Courchamp et al, 2006; Holden y McDonald-Madden, 2017). Algunos productos de vida silvestre valen más que su peso en oro, con ganancias que aumentan sustancialmente a medida que el contrabando de vida silvestre se mueve a lo largo de la cadena hacia los mercados de destino. Estas circunstancias crean importantes incentivos financieros para participar en los mercados ilícitos de vida silvestre (Sundari y Allen, noviembre 2012).
La demanda y el precio de la vida silvestre con frecuencia aumentan con la rareza asociada a la morfología, las características de la historia de la vida, el origen y el estado de conservación y regulación del comercio. Los consumidores pueden preferir especies raras y pagar precios desproporcionadamente altos por ellas, lo que conduce a un aumento de los esfuerzos de caza. Cuanto más amenazada se vuelve una especie, mayor es el valor comercial que se le da a los especímenes restantes, lo que aumenta el precio y el incentivo para el tráfico (Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, 2003). Esto da lugar a un bucle de retroalimentación positiva: los consumidores pagan precios desproporcionadamente altos por las especies raras, lo que hace que valga la pena que un cazador dedique más tiempo y esfuerzo en encontrar al animal y que los traficantes se esfuercen por ocultar su contrabando, lo que a su vez hace que la especie sea más rara y más cara (Sung y Fong, 2018). Por estas razones, algunos expertos han criticado la inclusión y la clasificación de especies según su nivel de vulnerabilidad a extinguirse (es decir, vulnerable, en peligro o en peligro crítico) en los apéndices de la CITES u otras «listas rojas» porque puede promover, en lugar de frenar, el tráfico de vida silvestre al anunciar inadvertidamente la rareza de ciertas especies (Alacs y Georges, 2008).
Los economistas del lado de la oferta señalan que el costo de los artículos que se comercializan en el mercado ilícito de vida silvestre es sumamente elevado y que, a pesar de que el comercio internacional de esos artículos es ilegal, la demanda parece insaciable. Para reducir la escala y el valor del mercado ilícito, algunas fuentes sostienen que se debe legalizar el mercado ilícito de vida silvestre, así la oferta puede incrementar y luego los precios bajarán. Una vez que los precios bajen, se eliminarían los incentivos para los cazadores furtivos, y los cazadores furtivos y aquellos que están involucrados en el tráfico de vida silvestre saldrán del mercado (Wiersema, 2016; Bulte y Damania, 2005).
Otros son escépticos sobre el modelo del lado de la oferta, argumentando que los defensores de la legalización asumen que el tráfico de vida silvestre tiene lugar en un mercado perfectamente competitivo. Ellos sostienen que es más apropiado considerar que los mercados de especies en peligro operan como oligopolios en los que compiten una pequeña cantidad de grandes comerciantes. En estos mercados, no está claro que la creación de una oferta legal resultaría en que los comerciantes abandonen el mercado. Por el contrario, los comerciantes pueden incrementar sus actividades al tratar de compensar una ganancia por unidad menor por cada espécimen debido a un mercado recientemente inundado (Wiersema, 2016), que a su vez incluso ejercerá más presión sobre las especies que ya se encuentran en peligro de extinción.
Los defensores de la legalización suponen además que los productos legales sustituirían perfectamente a los productos ilegales o que se estarán en alta demanda. Sin embargo, esto es muy específico según el contexto y las especies. Existe evidencia de que algunos compradores prefieren las especies capturadas en el medio natural en lugar de especies criadas en cautiverio o de sus partes, por lo que, si la oferta legal proviene de especies criadas en granjas o en cautiverio, los productos legales no se pueden sustituir (Wiersema, 2016).
Un estudio realizado en 2016 analiza las condiciones en las que la crianza comercial (o la «agricultura de vida silvestre») puede mantener la presión alejada de las poblaciones silvestres (Tensen, 2016). Esta investigación encontró que la «agricultura de vida silvestre tiene un impacto negativo en las poblaciones silvestres de ciertas especies, si no se cumple con los siguientes criterios:
La investigación además concluyó que: «Cuando no se viola ninguno de los criterios, la agricultura de vida silvestre puede considerarse una posible herramienta de conservación, ya que puede ayudar a quitar la presión de las poblaciones silvestres. Para las especies que no cumplen los criterios para beneficiar a la agricultura silvestre, se puede considerar la prohibición del comercio a fin de eliminar la demanda, oprimir el mercado y eliminar las oportunidades de exportación. Sin embargo, la prohibición del comercio solo funciona en la ausencia de corrupción» (Tensen, 2016, pág. 298).