Este módulo es un recurso para los catedráticos

El género y los diferentes tipos de delincuencia organizada

La delincuencia organizada toma muchas formas y manifestaciones. ¿Cuáles son las dimensiones y consideraciones de género cuando se trata de algunas de las formas de delincuencia organizada que más se discuten: el tráfico de drogas, el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas? ¿Pueden tener una dimensión de género alguna de las formas y manifestaciones menos exploradas de la delincuencia organizada, tales como el tráfico de fauna y flora silvestres, el delito cibernético y el tráfico de bienes culturales? A continuación, se considera cómo el uso de una perspectiva de género puede ayudarnos a comprender mejor las experiencias de género de los hombres y las mujeres que son acusados por estos delitos.

Trata de personas

La trata de personas se representa principalmente como un delito que afecta a las mujeres, especialmente a las jóvenes extranjeras. También existe una tendencia a considerar que la trata de personas y la trata de personas con fines de explotación sexual son lo mismo. Una rápida búsqueda en línea del término revelará miles de páginas web, películas, videos, libros y una gran cantidad de literatura oficial, gris y académica donde se encuentran ejemplos de explotación sexual que han sufrido mujeres y niñas.

Sin embargo, como consumidores informados y entusiastas del estudio de la delincuencia organizada, debemos ser críticos de estas descripciones. En primer lugar, debemos identificar cómo caracterizan el género. La trata de personas no solo afecta a las mujeres. Además, implica una gran variedad de formas de explotación, no solo la explotación sexual. Muchas de las víctimas de la trata son los hombres que trabajan en industrias que no son la del sexo, como la agricultura o la construcción (Zhang, 2012). La información reciente señala el hecho de que más de la mitad de las víctimas de trata con fines de trabajo forzoso son hombres, mientras que la mayoría de las víctimas identificadas de la trata con fines de explotación sexual son mujeres (UNODC (a), 2018). En cuanto a otras formas de explotación, la trata con el fin de extraer órganos continúa siendo muy limitada en términos del número de víctimas identificadas. En el periodo de 2014 a 2017, se detectaron y reportaron alrededor de 100 víctimas de la trata para extraer órganos a la UNODC. Todas ellas eran adultas y dos tercios eran hombres. Aunque la mayoría de las víctimas identificadas a nivel mundial son el objeto de la trata con fines de explotación sexual, este patrón no es consistente en todas las regiones. La trata con fines de trabajo forzoso es la forma identificada más común en África Subsahariana y en Oriente Medio, mientras que en Asia Central y Asia del Sur se detecta la trata con fines de trabajo forzoso y explotación sexual casi por igual. Un enfoque interseccional nos puede guiar a descubrir cómo los hombres y las mujeres se enfrentan y lidian con las condiciones de explotación laboral, los tipos de trabajo que tienen más probabilidades de terminar en la explotación (UNODC (a), 2018).

Dedicarnos de manera crítica a las representaciones de la delincuencia también nos puede ayudar a ver cómo enmarcan o estereotipan a los hombres y las mujeres de otras partes del mundo. Por ejemplo, existe una gran cantidad de informes sobre los casos que involucran a las mujeres del Sur Global que son víctimas de la trata de personas con fines de explotación sexual. Aunque la trata de personas con fines de explotación sexual tiene un impacto en los hombres y las mujeres, los estereotipos sobre las mujeres suelen representarlas como sexualmente incontroladas o abiertamente sensuales. También se les puede caracterizar como ingenuas, incapaces de tomar sus propias decisiones o fáciles de engañar. Por ejemplo, las mujeres nigerianas a menudo han sido el objeto de los informes y los documentales sobre la trata de personas con fines de explotación sexual donde se les representa como mujeres ingenuas e ignorantes que se encuentran bajo el control de sus captores, quienes las han hechizado, (juju), lo que causa que las mujeres tengan mucho miedo de escapar de las situaciones de explotación o abuso.

La experiencia de las nigerianas que participan en el trabajo sexual

Sine Plambech, investigadora danesa, ha realizado un extenso estudio entre las migrantes de Nigeria, documentando sus experiencias de migración y trabajo sexual. El trabajo de Plambech demuestra que las deudas, las presiones familiares, las limitadas oportunidades de trabajo y de educación, junto con el deseo personal de viajar a otros destinos o países en lugar de la brujería, son las razones por las que las nigerianas deciden ingresar y permanecer en el trabajo sexual (EASO, 2015).

Las cifras oficiales también respaldan la necesidad de desmentir los estereotipos sobre el rol de las mujeres en la delincuencia organizada. Un análisis del sexo de aquellos que han sido denunciados como investigados o arrestados, procesados o condenados por trata de personas muestra que la mayoría de los traficantes continúan siendo hombres. Sin embargo, en 2016, más del 35 % de los procesados por trata de personas (de un total de 6 370 personas) y el 38 % de los convictos (de un total de 1 565 personas) eran mujeres.

Figura 15.1. Trata de personas, perfil de los delincuentes

Fuente: UNODC (a), 2018

Según la información disponible sobre la delincuencia, la participación de las mujeres en la trata de personas es mayor que en otros tipos de delincuencia (UNODC (a), 2018). En efecto, según el Estudio de las Naciones Unidas sobre Tendencias Delictivas y Funcionamiento de los Sistemas de Justicia Penal (2006-2009), el porcentaje promedio de mujeres delincuentes identificadas para todos los tipos de delincuencia es alrededor del 12 % (de las condenas) (como se cita en el Informe mundial sobre la trata de personas de la UNODC, 2012).

Para un análisis exhaustivo sobre la trata de personas y el género, consulte el Módulo 13: Trata de Personas y Tráfico Ilícito de Migrantes de la serie de módulos universitarios de UNODC acerca de la dimensión de género en el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas.

Tráfico ilícito de migrantes

En las narrativas contemporáneas sobre migración, los traficantes ocupan un lugar especial. A menudo se les representa como hombres africanos negros, musulmanes o latinoamericanos que explotan la vulnerabilidad de los migrantes. Las descripciones de los medios de comunicación a menudo los culpan por las muertes y las desapariciones de migrantes en tránsito, o por los asaltos sexuales a las mujeres.

Es cierto que la mayoría de los procesados por tráfico ilícito de migrantes son hombres. En Estados Unidos, y según las cifras de las Comisión de Armonización de Penas de los Estados Unidos, los hombres constituyen alrededor del 70 % de los condenados a nivel federal por tráfico (Comisión de Armonización de Penas de los Estados Unidos, 2017). Sin embargo, este número por sí solo sugiere que el resto de los condenados, o aproximadamente el 30 %, son mujeres. Una mirada más de cerca a estas cifras también muestra que la mayoría de los condenados por la delincuencia son residentes de la zona fronteriza entre Estados Unidos y México, donde las comunidades tienden a tener algunos de los niveles de pobreza más altos de Estados Unidos.

Cuando desglosamos la información oficial en términos de género y lugar de residencia, podemos obtener una imagen más clara de quiénes son las personas detrás del tráfico y los retos que puedan enfrentar. Por ejemplo, Victoria Stone-Cadena y Soledad Alvarez-Velasco (2018) han encontrado que los indígenas quechuas de Ecuador suelen encontrarse entre los que trabajan como facilitadores del tráfico. Su participación en el mercado deriva de una larga historia de migración: debido a la discriminación, muchos indígenas no tenían permitido acceder a los mercados donde podrían vender o comerciar sus productos; además, también tenían derechos limitados sobre la tierra. Esto los llevó a optar cada vez más por emigrar al extranjero, principalmente a Estados Unidos y, en el proceso, se familiarizaron con las rutas y los mecanismos del tráfico.

No solo vemos en Ecuador un mercado donde los indígenas —en lugar de redes organizadas transnacionales— facilitan o coordinan las actividades de tráfico. También encontramos que las actividades del tráfico están divididas según el género: las tareas se dividen principalmente según las líneas de género tradicionales. Las mujeres proveen alojamiento y comida a los migrantes en tránsito y cuidan de los que se lastiman o enferman durante los viajes, mientras que los hombres guían a los grupos a través de área remotas o aisladas, vigilan a los migrantes y los conducen a través de los puestos de control (Sanchez 2016). Una investigación realizada por la DHIA, una organización de derechos humanos en Ciudad Juárez, México (2017), por la Organización Internacional para las Migraciones en Alejandría, Egipto (2015) y por Antje Missbach y Wayne Palmer en Indonesia (2016) también ha identificado cómo los adolescentes varones son muy activos en los mercados de tráfico. Mientras que muchos de estos hombres jóvenes se involucran en la facilitación del tráfico para pagar sus propios viajes de migración, para muchos otros la participación en el tráfico es una manera de cumplir los roles de género que no han sido capaces de ejercer, debido a la falta de opciones laborales y educativas en sus comunidades (Sanchez, 2018). Muchos de estos jóvenes informan que su participación en el tráfico les permite mantener económicamente a sus familias y ser reconocidos como la cabeza de su hogar y, en el proceso, acceden a los roles sociales reservados principalmente para los hombres.

Esta división de las tareas en función de los roles de género también tiene como resultado que las mujeres tienen más probabilidades de ser condenadas por el tráfico de amigos y familiares. La información del portal de gestión del conocimiento SHERLOC de la UNODC indica que los casos de tráfico con operaciones de redes son menos comunes en comparación con los esfuerzos individuales en pequeña escala para facilitar el tráfico ilícito de migrantes. Mientras que los hombres tienen más posibilidades de participar en el primero, las mujeres suelen facilitar el tráfico de pequeños grupos de migrantes, incluidos sus propios hijos o familiares (Sanchez, 2018). En este contexto, se debe recordar que el Protocolo contra el tráfico ilícito de migrantes, uno de los tres protocolos que complementan la Convención de las Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada Transnacional y el principal instrumento legalmente vinculante en esta área, identifica claramente la obtención, directa o indirectamente, de un beneficio financiero u otro beneficio material como un elemento constitutivo del delito de tráfico ilícito de migrantes (consulte UNODC, 2017). La nota interpretativa de esta definición dice que se incluyó la referencia a «un beneficio económico u otro beneficio material» «para enfatizar que la intención era incluir las actividades de los grupos delictivos organizados que actúan con fines de lucro y excluir las actividades de grupos que apoyan a migrantes por motivos humanitarios o sobre la base vínculos familiares estrechos. El Protocolo no tenía la intención de penalizar las actividades de los familiares o los grupos de apoyo, tales como las organizaciones religiosas o no gubernamentales» (UNODC, 2006). Sin embargo, algunos Estados de todo el mundo no han incluido el elemento de «beneficio económico u otro beneficio material» en su legislación nacional y procesan a hombres y mujeres por tráfico también en esos casos. En tales circunstancias, se puede acusar a las mujeres de tráfico por proveer alojamiento y comida a sus hijos, esposos o parejas, o por ayudar a personas con las que mantienen una relación duradera a salir de países afectados por el conflicto o la violencia.

No existe un análisis estadístico sobre el tráfico de migrantes de la misma extensión como al que podemos acceder sobre la trata de personas. Sin embargo, en 2018, la UNODC publicó el primer Estudio global sobre el tráfico ilícito de migrantes, donde se presentan algunas estimaciones del número mundial de migrantes objeto de tráfico y se ofrece un desglose limitado de información por sexo y edad. El estudio demuestra que la mayoría de estos migrantes son hombres relativamente jóvenes. Esto no significa que las mujeres y los niños no sean objeto de tráfico o no participan en este. En algunas rutas, especialmente en partes del Sudeste Asiático, las mujeres comprenden una gran parte de estos migrantes. Varias corrientes de tráfico también incluyen algunos niños no acompañados o separados, quienes pueden ser particularmente vulnerables al engaño y el abuso de los traficantes y de otras personas. Se ha identificado particularmente a niños no acompañados o separados a lo largo de las rutas mediterráneas y las rutas terrestres hacia Norteamérica (UNODC (b), 2018). Para un análisis más exhaustivo sobre el tráfico ilícito de migrantes, consulte el Módulo 13: Trata de Personas y Tráfico Ilícito de Migrantes de la serie de módulos universitarios de UNODC acerca de la dimensión de género en el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas.

Tráfico de drogas

«Cuando la mayoría de las personas imaginan el comercio de drogas ilícitas —los traficantes, las pandillas, los jefes de las organizaciones—, se imaginan un mundo compuesto por hombres. Sin embargo, las drogas y los delitos relacionados a ellas tienen un impacto único en las mujeres. Comprender cómo las mujeres encajan en esta dinámica es esencial para que la política en materia de drogas sea correcta», afirman Kasia Malinowska y Olga Rychkova en su estudio sobre el impacto de la política en materia de drogas en las mujeres (2015).

La narrativa sobre el tráfico de drogas tiende a enfocarse en las historias de destacados traficantes de drogas. De hecho, algunos de los traficantes de alto perfil son mujeres. Al mismo tiempo, es importante señalar que la economía del tráfico de drogas no depende solo del liderazgo del grupo. De hecho, esta depende de las grandes cantidades de trabajo físico que las mujeres y niños suelen realizar. En algunos casos, las mujeres participan en el mercado, ya que no tienen muchas opciones laborales en sus comunidades.

La experiencia de las «cocaleras» en Colombia

Por ejemplo, DeJusticia, centro de estudios en Colombia, ha estado trabajando con «cocaleras» (es decir, las mujeres que recogen hojas de coca de donde se extrae la cocaína), para documentar sus experiencias. La investigación de DeJusticia (2018), ha mostrado que el ingreso de las mujeres por la cosecha de coca se encuentra entre los más bajos del país, a menudo ni siquiera supera el salario mínimo. Y, sin embargo, las mujeres suelen invertir en construir colegios, reparar caminos rurales o garantizar el agua para sus comunidades. Debido a la guerra en Colombia y la omnipresencia del sexismo, las mujeres también enfrentan discriminación y acoso. Varias de ellas han sido víctima de violencia interpersonal, agresión sexual y otras formas de violencia de género. Estos son temas que no se discuten generalmente en la forma que hablamos de la delincuencia organizada. Para saber más sobre la experiencia de las «cocaleras», consulte el estudio de caso «El lugar que merecen las mujeres cocaleras» en la sección de ejercicios.

En todo el mundo, el número de mujeres encarceladas por su participación en el tráfico de drogas está en aumento. Si bien a menudo embellecemos o idealizamos las experiencias de las mujeres en el tráfico de drogas y tendemos a explicar su participación debido a sus relaciones románticas con los hombres, las razones para ingresar y permanecer en el tráfico de drogas son muy complejas. No es solo que las mujeres tengan más probabilidades que los hombres de tener un acceso limitado a las oportunidades de trabajo y de educación. Ellas también se encuentran entre las personas que enfrentan con mayor frecuencia la precariedad financiera, en lo que llamamos la feminización de la pobreza (consulte la definición en el glosario).

Además, como hemos visto antes, los roles que las mujeres suelen desempeñar tienden a ser tareas mal remuneradas y de alto riesgo que a menudo también las vuelven vulnerables a la detección de las fuerzas del orden y, a su vez, al ingreso en el sistema de justicia penal.

Por consiguiente, mientras que el número total de hombres detenidos por tráfico de drogas es alto, la proporción de personas en prisión por condenas relacionadas al tráfico de drogas es más alto entre las mujeres.

La información recogida del Informe mundial de drogas de la UNODC de 2018 resalta estas tendencias (consulte la Figura 15.2).

Figura 15.2. Hombres y mujeres en prisión por delitos relacionados con drogas

Fuente: UNODC, 2018

Encarcelamiento de mujeres en las Américas por delitos relacionados con drogas

Un informe de la Organización de los Estados Americanos señala el hecho de que las mujeres que ingresan a prisión por delitos relacionados con drogas en las Américas está creciendo a una velocidad alarmante, con la tasa de encarcelamiento más alta de todas partes, junto con Asia. Aunque que el número de hombres encarcelados es más alto, el encarcelamiento de mujeres está creciendo a un ritmo más acelerado. En Argentina, Brasil, Costa Rica y Perú, más del 60 % de las mujeres encarceladas se encuentran en prisión por delitos relacionados con drogas (OEA, 2016).

Nada de esto sugiere que las experiencias de los hombres no son importantes o que no implican riesgos por estar involucrados en la delincuencia organizada. Como hemos visto, los hombres, especialmente jóvenes y adolescentes de sectores de bajos ingresos, tienden a encontrarse entre los desproporcionalmente afectados por la violencia relacionada con la delincuencia organizada. También tienden a ser el principal objetivo de las acciones estatales contra la delincuencia, tales como las operaciones policiales y la vigilancia.

Análisis de la muerte y la desaparición de hombres jóvenes en Argentina

El trabajo de Natalia Bermudez (2016) ha mostrado cómo los esfuerzos para controlar la delincuencia han tenido un impacto en los jóvenes varones de los sectores de la clase trabajadora en Argentina. Cada una de las muertes y las desapariciones de dichos jóvenes de la clase trabajadora involucrados en el tráfico de drogas que Bermudez documentó estaba en efecto relacionada con su participación en la delincuencia organizada. Sin embargo, la violencia que condujo a sus muertes no solo estaba conectada con las peleas entre grupos u organizaciones rivales, sino también a las respuestas de la Policía. Muchos de los jóvenes en su estudio habían sido asesinados por las fuerzas policiales. Como demuestra el trabajo de Bermudez, las operaciones policiales y la seguridad también tienden a tener implicaciones de género. En resumen, las operaciones policiales y la penalización suelen aumentar la violencia y la segregación que afectan a los sectores más empobrecidos de la sociedad, donde las mujeres y los niños se encuentran excesivamente representados. Como Guerra señala en su trabajo sobre la participación de los jóvenes varones en la frontera entre Estados Unidos y México en el tráfico de drogas, estas comunidades empobrecidas se han convertido en los actores desechables de la delincuencia organizada (Guerra, 2015).

Tráfico de vida silvestre

A pesar de la evidencia anecdótica de que los roles de los actores en el comercio de flora y fauna silvestre son muy diferenciados en cuanto al género, parece que se presta muy poca atención al género en la investigación, las políticas y la programación en relación con este delito. En particular, el género de aquellos que producen, comercializan y consumen productos objeto del tráfico casi nunca se menciona en los debates sobre cómo afrontar la delincuencia. El trabajo de Pamela McElwee (2012) es una notable excepción; este se centra en las dimensiones de género del delito de flora y fauna silvestres en Vietnam y señala las tradiciones o las expectativas sociales basadas en el género que a menudo impiden que las mujeres participen en el tráfico de flora y fauna silvestres. Según McElwee, debido a la tradición de los roles de género, se les suele impedir a las mujeres cazar o recolectar animales o plantas específicos, ya que no pueden estar lejos de sus hogares por largos periodos de tiempo, lo que limita sus roles en el tráfico de flora y fauna silvestres, pero crea espacios para los hombres. McElwee también señala que las creencias religiosas pueden impedir que las mujeres tengan contacto con tipos específicos de flora y fauna, y que algunas actividades se perciben como muy peligrosas para que las mujeres formen parte de ellas y, por lo tanto, solo las realizan los hombres. Estas observaciones, aunque son relevantes para comprender las interacciones y las dinámicas en ciertos contextos, difícilmente explicarían la totalidad del fenómeno. De hecho, existen varios casos en los que se ha acusado o declarado culpable a mujeres por comercio ilícito de flora y fauna silvestres. El ejemplo más relevante es probablemente el caso de la «Reina del marfil».

La «Reina del marfil»

Puede que Yang Feng Glan (también conocida como la «Reina del marfil»), una anciana china, no sea la idea que la mayoría de las personas tiene de la cabeza de una red de tráfico de marfil. Sin embargo, las autoridades tanzanas la arrestaron y la acusaron de dirigir una de las redes más grandes de tráfico de marfil, responsable del tráfico de colmillos de más de 350 elefantes con un valor de trece mil millones de chelines ($5,6 millones), que salieron ilegalmente de Tanzania con destino a Asia. La Unidad de Investigación de Delitos Graves Nacionales y Transnacionales de Tanzania le hizo un seguimiento por más de un año y la arrestaron luego de una persecución en auto a alta velocidad en octubre de 2015. Se la acusó por delitos que abarcan un periodo entre 2000 y 2014 (BBC, 2016). En febrero de 2019, un tribunal tanzano de primera instancia declaró culpable a Yang Feng Glan y la sentenció a 15 años de prisión. Se la condenó por los mismos cargos que a otros dos individuos considerados clave en la red de tráfico; los tres acusados han apelado contra el fallo (Tremblay, 2019).

Para conocer más de la historia de la «Reina del marfil», consulte este video del corresponsal de ITV News, John Ray

Otro elemento poco estudiado de esta forma de comercio ilícito son sus consumidores. Las mujeres y los hombres pueden comprar productos (ilícitos) de la flora y fauna silvestres por diferentes razones. Por ejemplo, los consumidores pueden creer que el uso de productos específicos puede mejorar su reputación social y su prestigio o aumentar su capacidad sexual (por ejemplo, el hueso de tigre en China) (Torres Cruz y McElwee, 2012). Algunas mujeres pueden comprar ciertos productos porque creen que estos mejoran tanto la calidad como la cantidad de leche materna de las madres lactantes (por ejemplo, las escamas de pangolín). Tanto los hombres como las mujeres pueden comprar productos ilícitos de la flora y fauna silvestres debido a las supuestas propiedades medicinales (por ejemplo, se cree que el cuerno de rinoceronte es especialmente eficaz para el reumatismo), el significado religioso (por ejemplo, el marfil en algunas culturas) o el estatus que se asocia a una compra (por ejemplo, el cuerno de rinoceronte es caro, puede ser difícil de encontrar y algunos lo consideran un regalo valioso) (USAID, 2017).

Los esfuerzos para luchar contra el tráfico que no reconocen las dimensiones de género o que no las incluyen en el entendimiento o el desarrollo de estrategias para combatir el comercio ilícito tienen más probabilidades de fracasar. Muchos de los informes sobre el tráfico de vida silvestre se centran en documentar el alcance del tráfico o su valor económico, pero no las razones subyacentes que crean la demanda de los productos o su valor social y cultural. Para mayor información sobre los delitos contra la vida silvestre, consulte la serie de módulos de UNODC sobre los delitos contra la vida silvestre, los bosques y la pesca.

Delito cibernético

La tecnología y la proliferación de las tecnologías y los servicios basados en Internet han conducido a la aparición de nuevas formas de delincuencia. No es raro escuchar de personas que han sido estafadas en línea, de piratas informáticos que pasan a través de complejos sistemas de seguridad o de explotación sexual de niños en línea. Muchas actividades de tráfico y trata también se realizan en línea, lo que genera una gran preocupación entre las autoridades. El ciberespacio también alberga varias formas de delitos cibernéticos basados en el género (por ejemplo, el abuso sexual a través de imágenes o la sextorsión), que se analizan en el Módulo 12 de la serie de módulos universitarios de UNODC sobre el delito cibernético.

Existen varios retos para luchar contra el delito cibernético, como es el hecho de que comprende una gran variedad de actividades y actores delictivos, quienes pueden ocultar mejor su identidad al operar en línea (UNODC, 2017). Nuestro conocimiento sobre las personas detrás del delito cibernético y su género es limitado en este tema y a menudo los resultados son variados (por ejemplo, consulte el Módulo 11 de la serie de módulos universitarios de UNODC sobre el delito cibernético con relación al género en la piratería digital). A pesar de su omnipresencia en nuestra vida diaria, la investigación sobre el delito cibernético todavía es escasa, lo que aumenta nuestra incapacidad para comprender cómo opera realmente y su alcance.

A pesar de algunas excepciones, las mujeres no han estado en el centro de la mayoría de las investigaciones etnográficas u otras formas de investigación empírica en esta área. Estas excepciones normalmente resaltan que son los hombres quienes principalmente conducen el delito cibernético (Hutchings, 2016). La escasez de información confiable no ha impedido que los medios de comunicación imaginen el mundo de los delincuentes cibernéticos. Se tiende a caracterizar a las mujeres como hermosas, pero expertas en informática socialmente incómodas, que trabajan aisladas, escondidas en un mundo dominado por los hombres, y que intentan contrarrestar las formas más radicales y dañinas de la delincuencia en línea (Potter 2016; Yver 2016; Rousseau 2017).

Una explicación no tan emocionante sobre las limitaciones de los estudios que exploran los roles de las mujeres en el delito cibernético incluye el hecho de que, en todo el mundo, las mujeres están insuficientemente representadas en las ocupaciones relacionadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (OUS/EA, 2017; Microsoft, 2018). Como hemos visto con otros delitos, la falta de visibilidad de las mujeres en el delito cibernético también puede ser el resultado de los valores patriarcales que se infiltran en todos los niveles de la sociedad, incluyendo la ciencia y la tecnología. La invisibilidad de las mujeres en el delito cibernético puede que no sea solo el resultado de que ellas cumplan un papel oculto, periférico o poco común, sino más bien el resultado de las creencias de género que han mantenido a las mujeres por mucho tiempo fuera de las áreas que tradicionalmente se consideraban para los hombres. La falta de mujeres en esta área también se correlaciona con el hecho de que a menudo son el objeto de discriminación, acoso sexual y ambientes de trabajo hostiles. El género se percibe «más como un impedimento que como una ventaja para el éxito profesional» (Funk y Parker 2018).

Teniendo esto en cuenta, no debería sorprendernos que las investigaciones disponibles sobre el delito cibernético registren principalmente las experiencias de los hombres. Back, Soor y La Prade (2018) resumen las motivaciones de los piratas informáticos tal como se describen en algunas de las publicaciones etnográficas sobre el delito cibernético: el deseo de mostrar un comportamiento destructivo para liberar su ira hacia otros usuarios u organizaciones en línea, para mostrar su experiencia en el ciberespacio y ganar visibilidad, objetivos políticos, satisfacción personal y ganancia monetaria. En este sentido, el delito cibernético puede permitirles a los hombres que participan en él cumplir

«las jerarquías y las expectativas sociales de género, pero también reproducirlas y fortalecerlas» (Miller y Lopez, 2015). Para mayor información sobre el delito cibernético, consulte la serie de módulos sobre el delito cibernético.

Tráfico de bienes culturales

A pesar de la proliferación de los tratados internacionales y de su creciente aprobación por parte de los Estados, al igual que de los informes que sugieren que el comercio ilícito de bienes culturales ha aumentado en lugar de disminuir (consulte la resolución 68/186 (2013) de la Asamblea General de las Naciones Unidas; las resoluciones 2199 (2015) y 2347 (2017) del Consejo de Seguridad de la ONU), la investigación empírica y la calidad de la información en el área es escaza.

No debería sorprendernos que, teniendo esto en cuenta, las investigaciones sobre las dimensiones de género del tráfico de bienes culturales sean casi inexistentes. Sin embargo, algunos estudiosos han establecido conexiones entre los conflictos violentos en las áreas más propensas al tráfico y el rol de la mujer de proteger los restos de la cultura colectiva (de Vido, 2015). Sin embargo, el daño y la pérdida ocasionados por los conflictos armados vienen seguidos por los esfuerzos para ganarse la vida de los residentes sobrevivientes o restantes. Las investigaciones indican que la escalada mundial de esta forma de delincuencia organizada está relacionada con el colapso de las formas de seguridad patrocinadas por el Estado, cuya ausencia promueve la aparición de actores que pueden tratar de beneficiarse económicamente o en especias de la venta del patrimonio material como un mecanismo de supervivencia (Yates y Mackenzie, 2018). Sin embargo, algunos de los pasos relacionados a esta forma de tráfico no tienen que estar vinculados a la delincuencia organizada. En cambio, las decisiones individuales de carácter empresarial e impulsadas por la necesidad parecen estar detrás de una parte importante del comercio (Yates, Mackenzie y Smith, 2017; Brodie, 2017).

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