La perspectiva ética percibe al delito como el resultado de una insuficiencia moral en la toma de decisiones. El delito se da cuando una persona no logra reconocer la ilegalidad de un acto o su impacto en la víctima. La explicación ética de un delito reconoce que los factores externos cumplen un papel en influenciar a algunas personas hacia la conducta delictiva, pero estos factores, por sí solos, no causan la conducta.
La perspectiva ética también concuerda con que una decisión voluntaria subyace la conducta delictiva, pero que, contrario a lo que el enfoque clásico afirma, el riesgo de detención no controla la tendencia inherente a involucrarse en el delito. En cambio, la presencia o ausencia de principios éticos fundamentan la decisión de una persona.
La perspectiva ética sobre la causalidad del delito La perspectiva ética percibe al delito como la preferencia de los intereses propios sobre los intereses de otros. Cualquier beneficio a corto plazo que un delincuente obtiene de un delito pesa más que entender la ilegalidad de la conducta y el daño que causa a la víctima o a la comunidad. Por lo tanto, desde un punto de vista ético, una persona se abstiene de la conducta delictiva porque, una vez considerados todos los factores, no le genera placer. La toma de decisiones ética y el reforzamiento desde temprana edad podrían ayudar a inculcar la noción de responsabilidad personal y social por los actos propios, así como un mayor reconocimiento del daño causado. Este reconocimiento a menudo está ausente en muchos casos de delincuencia organizada y corrupción (Glor y Greene, 2003; OCDE, UNODC y Banco Mundial, 2013). |
De acuerdo con la perspectiva ética, el delito ocurre cuando los actos delictivos generan placer en vez de culpa o vergüenza (Albanese, 2016). Los especialistas en ética argumentan que a menudo las personas no toman decisiones en términos éticos porque los principios éticos y sus aplicaciones en la toma de decisiones no suelen ser parte del proceso educativo, o los padres o miembros de la familia no los modelan. Al no tener educación y experiencia en la toma de decisiones éticas, las personas suelen hacer lo que les resulta natural y, de este modo, toman decisiones con base en el interés propio y no logran entender o reconocer los intereses legítimos de los otros o de la comunidad en general (Narvaez, 2006).